viernes, 24 de febrero de 2012

Premio al bloguero versátil, o cómo meter a un perezoso en una encerrona

Esto del Versatile Blogger Award va así, según tengo entendido:

1. Dale las gracias a quienes te hayan premiado y añade un enlace a su perfil o blog en tu entrada.
2. Comparte siete cosas sobre ti.
3. Pásale el premio a otros 15 blogs que hayas descubierto recientemente y/o que disfrutes leyendo.
4. Ponte en contacto con los blogueros premiados para que sepan que lo están.

Vamos allá, pues:

1. Infinitas gracias a Mercedes García Lledó y a Sebastián Cervantes Bonet por haberme incluido en esta cadena de entradas de blogs de traductores con premio cuyo premio consiste en hacerme escribir una entrada en el blog. ¡Qué ocurrencias tiene la gente! 

jueves, 16 de febrero de 2012

Libros de letras


Aunque el título de esta entrada parezca redundante, enseguida se verá que no lo es en absoluto. Aquí van dos de los últimos trabajos que he hecho para la Editorial Gustavo Gili y de los que me siento muy orgulloso. El primero es Lettering, de Andrew Haslam, en el que me ocupé de la edición y parte de la traducción. El segundo es Cómo diseñar un tipo, de Design Museum, de cuya traducción me encargué. Ambos son títulos dedicados al arte —oficio, artesanía, técnica... cada uno llámelo como quiera— de crear letras.



lunes, 6 de febrero de 2012

Moby-Duck, un cúmulo de felices circunstancias





Después de veinte años en esto de los libros, puedo asegurar que son muy contadas las ocasiones en las que se han dado las felices circunstancias para que uno disfrute del trabajo como he disfrutado yo con Moby-Duck. Tampoco es que se hayan alineado los planetas ni que haya pasado nada extremadamente raro o milagroso, no. Pero que una colega —¡Gracias, Isabel!— te recomiende a una editorial sin apenas conocerte, habiendo coincidido casi de pasada en una red virtual de traductores de todo el mundo donde lo más fácil es que uno confunda las caras, los nombres y las intervenciones de los colegas de profesión, que esa editorial te proponga traducir un libro sin que hayas trabajado jamás para ellos pese a que se trata de una de las grandes editoriales de este país y parte del extranjero, que leas el libro y te parezca cojonudo, que repases la crítica nacional y foránea y coincidas en que es una obra amena e interesante que combina con pasmosa naturalidad la novela de aventuras navales con el periodismo de investigación, la divulgación científica con la denuncia ecologista, las crónicas de exploración y supervivencia en el Ártico con un ensayo lleno de ternura acerca de la infancia y una aguda reflexión sobre la sociedad de consumo con la narrativa de viajes, que te pases dos meses inmerso en la traducción sin dejar de disfrutarla, pese a que entrañe bastante dificultad —no porque esté mal escrito, como ocurre tantas veces cuando uno traduce un texto, sino más bien por la diversidad de temas que toca y el esfuerzo de documentación que ello exige—, que contactes con el autor para consultarle cuatro cosillas y que, además de escribir de maravilla, sea un tío más majo que las pesetas, que ocurra todo eso y que, encima, te paguen... bueno, cómo decirlo: para un servidor es francamente un lujo más que escaso.