Vaya por delante que este es un curso que me ha llevado varios meses idear, redactar (sin «copypastear» de ningún manual ni plagiar a nadie, que yo sepa) y grabar en vídeo (veréis que incluye una treintena de videotutoriales). Vaya por delante también que este es un curso gratuito y que está a disposición de todo aquel que quiera aprovecharlo.
No, no soy un millonario aburrido ni me he vuelto loco. Lo que en mi opinión sí se está volviendo loco es el mundo de la traducción (y supongo que lo mismo ocurre en otros ámbitos profesionales).
¿Por qué digo esto? Pues lo digo porque en los últimos dos o tres años se observa en los profesionales y futuros profesionales del gremio una avidez insaciable de formación rápida y cómoda, hecho que ha degenerado en la proliferación de cursos, cursillos y cursillitos presenciales y «virtuales» sobre los temas más variados, la mayoría de los cuales se venden como la panacea que logrará que incrementemos nuestra productividad y nos convirtamos en supertraductores o seamos «expertos» en algo en veinte horas. Y muchos de estos cursos los imparten jóvenes cuya experiencia no supera ni de lejos el lustro de ejercicio profesional, y eso con mucha suerte. Por no hablar de que también se han reproducido como los champiñones en una cueva las empresas especializadas en formación para traductores.
Así que, por un lado, me doy cuenta de que esto de los traductores se está convirtiendo en un negocio. No me refiero a la traducción como oficio, claro está, sino a venderles lo que sea a quienes la practican o desean practicarla. No tengo nada en contra de los negocios, en principio. Pero los negocios que no me gustan nada son aquellos en los que el servicio que se ofrece no vale en absoluto el precio que se paga por él. Esos negocios me parecen una deshonestidad y un aprovechamiento de la situación de penuria laboral que experimentan sobre todo los más jóvenes. Yo, por lo menos, no me voy a gastar en tomaduras de pelo el dinero que tanto me cuesta ganar trabajando.
Que conste que tampoco tengo nada en contra de que los profesionales y futuros profesionales paguen por recibir una formación de calidad e impartida por gentes que saben de lo que hablan. Hay algunos cursos que valen la pena, claro que sí. Pero, salvo contadas y suculentas excepciones (sobre todo algunos cursos ofrecidos por determinadas asociaciones profesionales), lo que hay disponible es una plétora de actividades formativas descaradamente superficiales y mediocres que se ofrecen sobre todo vía internet, pero también de modo presencial, tanto en el ámbito académico como en el corporativo.
Por otro lado, he tenido últimamente noticias de varios compañeros traductores y correctores que, pese a llevar a su espalda varias décadas de experiencia en su oficio y haberse formado exhaustivamente durante muchos años en otras disciplinas por vía académica o de manera autodidacta, las están pasando canutas para sobrevivir en esta jungla de agencias malpagadoras y que abusan de los plazos, de aceptación generalizada de tarifas irrisorias, de esas webs conocidas por todos donde se subastan proyectos de traducción que se adjudican al que menos cobra, de editoriales que pagan las mismas tarifas desde hace dos décadas, de clientes directos que desaparecen, seguramente porque han encontrado un traductor más barato y anteponen rapidez y ahorro a calidad, y de todo ese rollo de los fuzzy matches, las repeticiones de términos y otras triquiñuelas que no sirven sino para escamotear el pago de trabajo humano y para convertir al traductor en una especie de contable de palabras, en un mísero autómata con poco o nada que aportar al texto (por no decir al mundo).
Y me da pena que haya profesionales enormemente capaces y sobradamente preparados que estén en un tris de abandonar la profesión por todo esto que he señalado antes mientras que otros con un currículo ridículo (cuantitativamente hablando, claro, que nadie me malinterprete) pretenden comerse el mundo cuando el mundo que quieren comerse se los va a comer a ellos antes de que se den cuenta de que los cursillos de veinte horas que han pagado les van a proporcionar un bagaje prácticamente inservible.
El curso, el curso
Dicho todo lo cual (o vomitado, si se prefiere), aquí tenéis este texto y estos vídeos que inicialmente formaban parte de un curso más extenso (que incluía Photoshop, Illustrator y otras aplicaciones) y que no pudo completarse por causas ajenas a mi voluntad (siempre he querido decir esta frase). Después de unos cuantos meses criando polvo en los anaqueles digitales de mi ordenador, me he cansado de tenerlo ahí muerto de asco y he decidido que vale la pena que alguien lo aproveche antes de que se quede obsoleto. El curso es fruto de mi experiencia de más de un cuarto de siglo como grafista y traductor, le he dedicado mucho tiempo y esfuerzo y se me debe considerar el único culpable de cualquier error que pudiera contener. He puesto todo mi empeño en que los textos y los videotutoriales sean instructivos y, a la vez, amenos.
El curso consta de dos partes: una primera unidad dedicada a explicar los fundamentos del diseño y la maquetación de publicaciones (el típico ladrillo teórico, sí, pero sin el cual no aconsejaría a nadie que se acerque a un software profesional de maquetación) y una segunda unidad en la que, mediante textos y vídeos (un total de seis horas y media de videotutoriales), se introduce al interesado en las nociones más básicas de uso de InDesign, con especial hincapié en el manejo de los textos (que para eso está destinado específicamente a gentes que se dedican a la palabra).
Muchos cursos incluyen ejercicios prácticos. Este no. Primero, porque lo cierto es que no tengo ganas ni tiempo (los que hayan sido padres primerizos alguna vez entenderán por qué) de andar evaluando al personal, aunque estaré encantado de contestar personalmente y por cualquier canal a toda duda o pregunta que me podáis hacer al respecto. Y segundo, porque no sirve de nada aprender a maquetar un folleto si a lo mejor luego nuestros clientes nos encargan que revisemos o rehagamos la maqueta de un catálogo de ferretería, de un dossier de cuentas anuales de una empresa o de una revista de viajes, o a la inversa. La cantidad y variedad de publicaciones en las que podemos intervenir es tal que haber hecho un par de ejercicios prácticos de maquetación no nos va ayudar mucho, la verdad. Tampoco busquéis aquí información sobre las compatibilidades de InDesign con herramientas de traducción asistida, porque yo apenas las uso (me repelen, lo siento) y porque rebuscando en la red encontraréis soluciones a esos «problemas» (porque eso es lo que son) mucho más completas y concretas que las que yo podría aportar.
Como creo que ya he indicado en el texto del propio curso, nadie que lo siga va a acabarlo sabiendo maquetar, ni siquiera va a saber bien cómo trabajar con InDesign, pero a lo mejor sirve para que le perdamos el miedo a una herramienta profesional compleja y muy distinta del software que habitualmente usamos en traducción y con la que bastantes veces —cada vez más, por lo que veo— nuestros clientes nos van a pedir que trabajemos. Así que, por favor, aprovechad este curso pero os ruego que no pongáis «Experto maquetador» ni «Dominio de InDesign» en vuestros currículos después de haberlo hecho.
Os podéis descargar los dos archivos PDF del curso en los siguientes enlaces: